Una
vez configurada la unión de Madrid con el Mediterráneo
mediante la línea de Alicante por Almansa, la
pretensión del Gobierno fue completar cuanto
antes ese ferrocarril para que sirviera de tronco común
a diversos ramales que saldrían para Toledo,
Cuenca y Ciudad Real.
Así lo expuso el Ministro de
Fomento, Mariano Miguel de Reynoso, a través
del Real Decreto de 28 de enero de 1852, en el que apuntaba
la conveniencia de planificar los ferrocarriles sobre
la base del camino más corto acudiendo al enlace
de los ramales en aquellos casos en que se solicitase,
de modo que éstos no ocasionarían un sobrecoste
a los demás que traficasen por la línea
principal.
Fruto de este plan, Antonio Álvarez
presentó el 24 de abril de 1852 una propuesta
para la construcción, por cuenta del Estado,
de un Ferrocarril que enlazando en Alcázar de
San Juan con la línea del Mediterráneo
y tras pasar por Manzanares, Almagro y Miguelturra,
terminara en Ciudad Real pero con las pretensiones de
convertirse en la puerta de acceso a Andalucía
tras su paso por Almadén y la codiciada cuenca
carbonífera de Bézmez y Espiel.
Después de negociar en varias
ocasiones con la Administración las condiciones
de construcción, sobre todo en lo referente a
las cantidades que el Estado debería aportar
por legua construida, el Gobierno admitió finalmente
la mejora de la propuesta de Antonio Álvarez
por Real decreto de 21 de noviembre de 1852, aunque
con un cambio sustancial en el proyecto.
Se fijó su inicio en Socuéllamos
en detrimento de Alcázar de San Juan con lo cual
se incorporaban al ferrocarril las localidades de Tomelloso
y Argamasilla de Alba. Tras su paso por Manzanares se
encaminaría a Almagro pero incorporando también
a Daimiel para concluir en Ciudad Real.
El 6 de marzo dieron comienzo las obras,
y aunque la concesión definitiva debía
ser adjudicada en subasta pública, en el mes
de mayo ya se contabilizaban cerca de 6.000 operarios
ocupados en las tareas de explanación sobre 10
leguas del trazado, estando previsto el comienzo de
la ejecución de las obras de fábrica en
breves fechas.
La nueva llegada de Baldomero Espartero
al Gobierno puso fin a la década moderada (1844-1854)
abriendo paso al bienio progresista (1854-1856), una
de cuyas leyes paradigmáticas fue la Ley de Ferrocarriles
de 3 de junio de 1855 que pretendía acabar con
la discrecionalidad y el caótico proceder en
la concesión de las líneas. Supuso también
un acuerdo definitivo sobre las grandes líneas
y los principales ejes ferroviarios en España
basados en la centralidad de la red primando las conexiones
entre la capital, Madrid, con el resto de España
en detrimento de los ramales y las líneas transversales.
Bajo esta nueva concepción,
en la que primaba la menor distancia a Madrid de los
trazados, el Ministro de Fomento, Francisco de Luján
Miguel Romero, declaró nulo el contrato de construcción
de este Ferrocarril por Ley de 9 de marzo de 1855, perfilándose
el inicio de la línea de Extremadura y Portugal
en Alcázar de San Juan.
Aunque las localidades perjudicadas
por tal decisión presionaron para modificar el
trazado, la Real orden de 25 de febrero de 1859 anunció
la subasta de la primera sección del ferrocarril
de Alcázar de San Juan a Badajoz, que convertiría
a Alcázar de San Juan en nudo ferroviario, en
detrimento de Socuéllamos, que situada geográficamente
más alejada de la capital vio frustradas sus
aspiraciones.
Al menos Socuéllamos quedó
integrada en la línea del Mediterráneo,
no así Argamasilla de Alba ni Tomelloso que continuaron
peleando por un ferrocarril.
Tras varios intentos fallidos, la
Ley de 30 de agosto de 1907, autorizó la concesión
de un ferrocarril entre Argamasilla de Alba y Tomelloso
(Línea
Cinco Casas a Tomelloso), inaugurado
en su totalidad el 10 de septiembre de 1914.
(Se continuará)
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